miércoles, 24 de febrero de 2010

Publicidad y Cliente: el final de una 'bonita' relación


La Publicidad ya no es lo que era. Los tiempos han cambiado. He traducido el youtube como he podido. Quiero decir, que puede que no haya captado bien alguna palabra o frase, pero pienso que el espíritu de lo que se dice es bastante aproximado a la transcripción que sigue:
- Hola cariño, cuánto tiempo sin verte. Tienes muy buen aspecto.
- Ya. Hablemos claro: quiero el divorcio.
- ¿Por qué ahora?
- Pienso que este es un buen momento.
- Venga... Se trata de mí. ¿Cuál es el problema?
- Ya no nos hablamos.
- En el último anuncio de televisión no hacía otra cosa que hablarte.
- Exactamente: eras tú el único que hablabas.
- Pero tú también podías decir algo, ¿o no?
- Seguro, siempre y cuando fuera un "me pido este producto".
- !Siiií!
- Eso no es exactamente un diálogo.
- ¿Qué me dices de la campaña Prit, hmmm...? Hablamos en Time's Square. Había como 200 metros de decoración de amor.
- Tú decías que me querías pero no sonaba como que me querías. No sonabas sincero.
- Ya, se trataba de ser gracioso: -levantando la voz- "Ellos dicen que amarás todo lo que hago".
- Para. Seas o no divertido la cuestión es que yo he cambiado y tú sigues igual. Ni siquiera vamos a los mismos sitios. Ni siquiera me estás escuchando, ¿verdad?
- Dos por uno. Tú quiere un dos por uno. Mira, volvamos a la tienda y te ofrezco dos cosas: lealtad y producción.
- Si me conocieras bien no me dirías eso.
- Cielo, lo sé todo sobre tí: tienes entre 28 y 34 años. Estás interesada en música moderna, películas y ... Tienes unos ingresos modestos pero interesantes. No alcanzo a ver dónde está el problema.
- Te dejo.
_ ¡Hey! vamos, no seas así. Mira, vuelve mañana y te ofrezco la oportunidad de unas vacaciones en las Bahamas. ¿Qué me dices de los viejos tiempos?
Lo curioso es que lo firme Microsoft, precisamente. Podéis verlo en Youtube.

domingo, 21 de febrero de 2010

Tirarse a la piscina

 
Yo diría que nuestra vida consiste en un continuo tirarse a la piscina. Ante cualquier disyuntiva nos toca tomar una decisión, y una vez la tomamos nuestro destino acaba siempre en tratar de salir a flote como sea.

Ocurre que la toma de estas decisiones a veces nos atenaza y confunde: ¿Qué cenamos, pizza o hamburguesa?; ¿Qué camisa me pongo, la negra o la azul?; ¿Con quién quedo, con Laura o con Marta?...

Dicen que la cuestión es "echarse a la piscina" y no pensar ya nunca más en lo que hubiera ocurrido de tomar la otra decisión. Pero, para una mentalidad basada en el empirismo resulta difícil renunciar a averiguar qué hubiera pasado si...
"Acepta y después actúa. Acepta cualquier cosa que contenga el momento presente como si la hubieras elegido. Trabaja siempre a favor del momento, no contra él". (TOLLE, Eckhart. 'El poder del Ahora'. Gaia. Madrid, 2001; 55)
Ilustración de Guy Billout.

sábado, 20 de febrero de 2010

¿Quiéres hacerte rico? ¿Pero cuánto?

Supongo que uno empieza a saber que es verdaderamente rico a partir del momento en que se sube a su jet privado. Es una conjetura, claro, porque no he podido experimentarlo personalmente. Tampoco es uno de mis objetivos en la vida, la verdad.

Sin embargo, más de una vez me he preguntado si sabemos dónde está el límite. ¿Hace falta realmente tener las griferías de oro? ¿O tener un helipuerto en casa?

Cuento esto a raíz de una conversación que tuve hace unos días tomando un café. Alguien que acababa de llegar del otro lado del Atlántico nos contaba con todo lujo de detalles y sin asomo del más mínimo pudor cómo había sido su visita a un buen amigo multimillonario.

Aquél hombre poseía casas por todo el mundo. Las habitaciones eran de 50 a 60 m2. Vehículos por doquier, siempre de primeras marcas, siempre nuevos. Varios yates. Algún que otro helicóptero. Y el avión privado. Y...

Pero faltaba algo.
- ¿Y guardaespaldas?
- Sí, claro. Montones de guardaespaldas.
Es el precio que uno paga por ser tan rico. Medidas de seguridad, cámaras, vallas,... la vida se limita a aquellos espacios que consideran seguros. Intuyen, más que saben, que fuera de ellos vive gente, muchísima gente, que no disfruta de apenas nada. Que sólo muy de tarde en tarde pueden adquirir uno de los productos que él fabrica.

¿No tendría mucho más sentido idear un sistema que invirtiera la tendencia que separa económicamente los ricos de los pobres? Los ricos ya no se sentirían tan inseguros, porque tendrían poco más o menos lo mismo que sus vecinos, y los pobres ya no tendrían que maldecir su suerte porque ésta ya no sería tan amarga.

Seguiríamos teniendo problemas de convivencia, ¡qué duda cabe!, pero no de supervivencia.

Ya, es sólo una idea.

lunes, 8 de febrero de 2010

Turno de preguntas

Los que participamos de la comunicación virtual acabamos por añorar que ésta se vuelva presencial.
Pero cuando ésto ocurre solemos darnos cuenta de que presencialmente podemos llegar a ser aún más torpes que cuando nos encontramos en el ciberespacio.

Es en el turno de preguntas que sigue a muchas conferencias cuando muchos humanos sienten que ha llegado su oportunidad de hacer que su voz se eleve sobre la comunidad, y se aprestan a coger el micrófono.

El micrófono, ya de por sí, es un utensilio que requiere una cierta habilidad que no todos hemos adquirido. De acercarlo demasiado a la boca se producirán ecos y distorsiones de las que el emisor rara vez será consciente. Si lo alejamos, no nos oirán.

No es en el aparato donde se produce el mayor problema. El verano pasado estuve en unas jornadas y me sorprendió que cada turno de pregunta durara casi tanto como la conferencia que les precedió. Alguien me susurró que en el turno de pregunta es donde uno descubre la frustración de los conferenciantes que no fueron invitados a dar la charla en cuestión.

Ayer estuve en la conferencia que Richard Stallman dio en Valencia, que versaba sobre la programación libre, un tema muy interesante sobre el que volveré en el futuro.

El primer turno de preguntas lo consumió un joven extranjero que prefirió utilizar el inglés para dirigirse a Stallman. ¿Era necesario? Me pregunté si en el hipotético caso de asistir a una conferencia de Manuel Castells en Nueva York, yo utilizaría el inglés o el castellano para hacer una pregunta. Supongo que si he podido asistir a la conferencia en inglés es porque domino esa lengua. Y si no la domino... ¿qué hago allí?

Como era de esperar las preguntas no tenían sentido.

El resto de turnos pudo tener mayor interés, pero por alguna razón la gente tiende a hablar deprisa y ésto supone una dificultad para alguien que ya dijo que está sordo.

El último turno fue el más sorprendente. Un hombre bien trajeado se apoderó del micro y habló aunque no se le entendió. Lo acercaba demasiado y su voz salía distorsionada. Hablaba deprisa y no vocalizaba bien.

Después de varios intentos, comprendimos que no se trataba de una pregunta para Stallman, sino del anuncio de una conferencia que tendría lugar una semana más tarde, y en la que él estaría sobre la tarima. Aseguraba que podría dar respuesta a algunas de las incógnitas que plantaba el propio Stallman.

Evidentemente, el hombre trataba de aprovechar la oportunidad de tener un público cautivo. Por las risas que provocó es de suponer que no convenció a muchos.

sábado, 6 de febrero de 2010

¿Creer o no creer en GNU?

 
Asistí a una conferencia de Richard Stallman en la Universidad Politécnica de Valencia. Básicamente es la misma que puedes encontrar por la Red, aunque siempre resulta interesante observarlo en vivo y en directo. Stallman plantea la opción del software libre como la única ética posible. Y, en mi opinión, tiene razón. Pero no será de ésto de lo que hablaré ahora. No obstante os adjunto una de sus conferencias al final de esta entrada. (Sólo te tomará media hora).

Lo que me pregunto es si es necesario, o mejor dicho, si es conveniente la deriva mesiánica con la que el creador de GNU adorna sus conferencias.


Es divertida, aunque posiblemente moleste a más de un creyente. Pienso que Stallman maneja argumentos contundentes, y que el tema que plantea es muy serio. Hacer bromas puede contribuir a hacer más agradable y amena la charla. Pero su escenificación mesiánica sugiere algo más. Stallman confunde la ética con la moral, y nos pide que le creamos, que le sigamos,... que le compremos sus libros... sus pegatinas... 

Esa fue mi decepción. GNU no debería convertirse en una religión. Los argumentos de Stallman no necesitan dirigirse a la fe, sino a la razón.



miércoles, 3 de febrero de 2010

Secretos en el paraíso

El mundo está lleno de paraísos fiscales de los cuales Suiza es, tal vez, el más paradigmático.

Ahora los suizos andan enfadados con sus vecinos alemanes que pretenden hacerse con una base de datos robada que revelaría quiénes están defreudando a Hacienda. Los paraísos fiscales se crearon, precisamente, para que los ciudadanos de cualquier país pudiesen eludir los impuestos.

Por cierto, que resulta gracioso, o patético según se mire, comprobar que estos defraudadores del fisco suelen considerarse a sí mismos como auténticos patriotas.

Que Suiza se vuelva más transparente es harto improbable:
"La gente se buscará nuevos lugares fuera de Suiza para evitar esa presión fiscal" (Eugen David, demo-cristiano y presidente de la Comisión de Política Exterior de la Cámara Alta)
Evitar la presión fiscal es un dogma de fe en el sistema capitalista en el que nos encontramos. La gente quiere tener servicios públicos pero no pagarlos. En realidad, lo que no quieren es que su dinero se destine a servicios sociales que puedan mejorar la situación de los más desfavorecidos. Llegados a este punto, mejor recurrir a la caridad. Las cantidades destinadas a la caridad las decide cada uno, con lo cual no suelen molestar al bolsillo, y además tiene el efecto de tranquilizar las conciencias.

Estamos instalados en el "individualismo posesivo" al que se refería McPherson.

En el paraíso fiscal se entra de uno en uno. Fuera quedan grandes masas de población, ignorantes de lo que ocurre dentro. Son los que cometieron el pecado de no saber, o no poder, acumular lo suficiente para pagarse un viaje a Suiza, Andorra, u otros paraísos a depositar aquello que ellos, o ellas, consideran suyo y solo suyo. Pecadores que, las más de las veces, soñarán con ser ricos algún día, y por lo tanto aceptan su mala suerte de hoy.


McPHERSON, Crawford. 'La teoría del individualismo posesivo'. Trotta. Madrid, 2005
Imagen: http://vuelosbaratos.info/index.php/2009/11/26/esquiar-en-los-alpes-suizos/

lunes, 1 de febrero de 2010

El género en la ducha


Probablemente, se trata de estereotipos. Y ni hombres ni mujeres nos sintamos representados por los personajes del video. ¿O sí?

En cualquier caso, yo propondría una alternativa que serviría para acercar posiciones: la de ducharse juntos.

Estamos en la realización del video. Permaneced atentos ;- )