sábado, 20 de febrero de 2010

¿Quiéres hacerte rico? ¿Pero cuánto?

Supongo que uno empieza a saber que es verdaderamente rico a partir del momento en que se sube a su jet privado. Es una conjetura, claro, porque no he podido experimentarlo personalmente. Tampoco es uno de mis objetivos en la vida, la verdad.

Sin embargo, más de una vez me he preguntado si sabemos dónde está el límite. ¿Hace falta realmente tener las griferías de oro? ¿O tener un helipuerto en casa?

Cuento esto a raíz de una conversación que tuve hace unos días tomando un café. Alguien que acababa de llegar del otro lado del Atlántico nos contaba con todo lujo de detalles y sin asomo del más mínimo pudor cómo había sido su visita a un buen amigo multimillonario.

Aquél hombre poseía casas por todo el mundo. Las habitaciones eran de 50 a 60 m2. Vehículos por doquier, siempre de primeras marcas, siempre nuevos. Varios yates. Algún que otro helicóptero. Y el avión privado. Y...

Pero faltaba algo.
- ¿Y guardaespaldas?
- Sí, claro. Montones de guardaespaldas.
Es el precio que uno paga por ser tan rico. Medidas de seguridad, cámaras, vallas,... la vida se limita a aquellos espacios que consideran seguros. Intuyen, más que saben, que fuera de ellos vive gente, muchísima gente, que no disfruta de apenas nada. Que sólo muy de tarde en tarde pueden adquirir uno de los productos que él fabrica.

¿No tendría mucho más sentido idear un sistema que invirtiera la tendencia que separa económicamente los ricos de los pobres? Los ricos ya no se sentirían tan inseguros, porque tendrían poco más o menos lo mismo que sus vecinos, y los pobres ya no tendrían que maldecir su suerte porque ésta ya no sería tan amarga.

Seguiríamos teniendo problemas de convivencia, ¡qué duda cabe!, pero no de supervivencia.

Ya, es sólo una idea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría conocer tu punto de vista.
I would like to know your point of view.
Je voudrais connaitre ton point de vue.
M'agradaria conèixer el teu punt de vista.