En la imagen vemos a Amy Copland en su casa de New Jersey, en EE.UU., mostrándonos unas fotos del Amazonas que fueron tomadas por niños indígenas a los que, previamente, instruyó en el manejo de unas cámaras que luego les donó.
Ignoro si ésta es una práctica aceptada entre los antropólogos, pero lo cierto es que ha suscitado reacciones imprevistas, a mi modo de ver, entre los lectores del Jersey Jounal.
Por ejemplo, no faltó quien dijo que lo que hay que llevarles es comida y no cámaras. Es una opción, desde luego, pero tal vez deberíamos replantearnos cuál es el objetivo: ¿Se trata de mantenerlos con vida? ¿De monitorizarlos? ¿De civilizarlos? ¿De convertirlos? ¿De explotarlos?... Habría que preguntarse hasta qué punto hay que provocarles un cambio, pues puede ocurrir que no lo deseen y prefieran que les dejemos en paz en su entorno natural. Pero, ¿queremos dejarlos en paz? ¿Podremos prescindir de ese entorno que los 'civilizados' deseamos, sin duda, manejar a nuestro criterio?
- My american born children could use a free camera too. (Mis niños, nacidos en Estados Unidos, también sabrían como usar una cámara gratis).Hubo otro que exigía a Obama que les regalara cámaras para sus hijos. No sé que relación tiene una profesora de música, la señora Copland, con la Casa Blanca, pero tiene gracia la propuesta. Al final, resultará que los americanos del norte envidian la suerte de los indígenas del sur.
En cualquier caso, la exposición de estas fotos resultará, sin duda, bastante curiosa ya que el punto de vista cambia necesariamente. Ya no es el de un occidental, tampoco el de un adulto. Es la mirada de un niño, inocente y sincera. Niños testigos de su entorno que eligen libremente dónde disparar.
Al menos estos niños se libraron, por el momento, de tener que disparar otros artefactos mucho más letales, a las órdenes de occidentales con ideas menos inocentes que las de Copland.