lunes, 8 de febrero de 2010

Turno de preguntas

Los que participamos de la comunicación virtual acabamos por añorar que ésta se vuelva presencial.
Pero cuando ésto ocurre solemos darnos cuenta de que presencialmente podemos llegar a ser aún más torpes que cuando nos encontramos en el ciberespacio.

Es en el turno de preguntas que sigue a muchas conferencias cuando muchos humanos sienten que ha llegado su oportunidad de hacer que su voz se eleve sobre la comunidad, y se aprestan a coger el micrófono.

El micrófono, ya de por sí, es un utensilio que requiere una cierta habilidad que no todos hemos adquirido. De acercarlo demasiado a la boca se producirán ecos y distorsiones de las que el emisor rara vez será consciente. Si lo alejamos, no nos oirán.

No es en el aparato donde se produce el mayor problema. El verano pasado estuve en unas jornadas y me sorprendió que cada turno de pregunta durara casi tanto como la conferencia que les precedió. Alguien me susurró que en el turno de pregunta es donde uno descubre la frustración de los conferenciantes que no fueron invitados a dar la charla en cuestión.

Ayer estuve en la conferencia que Richard Stallman dio en Valencia, que versaba sobre la programación libre, un tema muy interesante sobre el que volveré en el futuro.

El primer turno de preguntas lo consumió un joven extranjero que prefirió utilizar el inglés para dirigirse a Stallman. ¿Era necesario? Me pregunté si en el hipotético caso de asistir a una conferencia de Manuel Castells en Nueva York, yo utilizaría el inglés o el castellano para hacer una pregunta. Supongo que si he podido asistir a la conferencia en inglés es porque domino esa lengua. Y si no la domino... ¿qué hago allí?

Como era de esperar las preguntas no tenían sentido.

El resto de turnos pudo tener mayor interés, pero por alguna razón la gente tiende a hablar deprisa y ésto supone una dificultad para alguien que ya dijo que está sordo.

El último turno fue el más sorprendente. Un hombre bien trajeado se apoderó del micro y habló aunque no se le entendió. Lo acercaba demasiado y su voz salía distorsionada. Hablaba deprisa y no vocalizaba bien.

Después de varios intentos, comprendimos que no se trataba de una pregunta para Stallman, sino del anuncio de una conferencia que tendría lugar una semana más tarde, y en la que él estaría sobre la tarima. Aseguraba que podría dar respuesta a algunas de las incógnitas que plantaba el propio Stallman.

Evidentemente, el hombre trataba de aprovechar la oportunidad de tener un público cautivo. Por las risas que provocó es de suponer que no convenció a muchos.

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